Sin volver a escuchar tu voz

Tengo miedo de un día despertar y encontrarme en un mundo lleno de un silencio que exclama tu partir. Temo por darme cuenta que te has ido, que no volverás a ignorar mis miradas buscándote en la penumbra. No quiero vivir en una realidad donde no existas más y no tener la oportunidad de volverte a hablar.

Te marchaste sin decir adiós, con un eco de repudio persiguiendo cada recuerdo que tenía de ti. Te odié, te extrañé, te volví a amar y te volví a tener hastío. Todo con suposiciones, con ilusiones, mentiras, verdades e imposiciones de lo que creo que eras tú.

Sueño repetidamente con el momento en el que por fin logremos volver a entablar una conversación y se nos olviden los días desolados sin intercambiar un aliento, quizás no ocurra. Quizás cada vez se aleje más esa visión y se quede como una idea perdida entre un mar de confusiones y deseos que nunca ocurrirán.

Eres mi deseo más frustrado.

Cada día me acerco más a ese momento, en el que despertaré y alguien fríamente me dirá que ya no estás aquí, mientras una indiferencia toma mi conciencia y muere una parte de lo que ha sido mi vida. Tiempo después lamentaré jamás haber vuelto a sufrir junto a ti, a que sufras junto a mi, a llorar juntos, a reír juntos, tomarnos las manos mientras vemos una película, sacar a pasear al perro, fumar, platicar toda la noche.

Jamás te volvería a leer un cuento antes de dormir, jamás volvería a abrazarte en una noche de frío. No volvería a guardar un secreto tuyo, ni tu uno mío, mucho menos uno nuestro. No volvería a sentir celos de quien te corteje, ni tu a quien yo pretenda.

Terror sería que no volvieses a contestar tu teléfono y con tu entusiasta y a veces cansada voz respondieras mi nombre.

Pero lo que más, más me asusta es que ahora que has dicho adiós silenciosamente, no tenga la oportunidad de pedirte perdón y que podamos empezar de nuevo.

Aunque no leas esto jamás, lo siento mucho.